Daniel Dhers es un tipo genial. No solo es una leyenda viviente de los deportes extremos, con posibilidades reales de lograr un oro olímpico para Venezuela en la disciplina de Ciclismo BMX, sino también se ha convertido en un embajador de la paz en un país desmembrado por las penurias y la polarización política.
Confieso que nunca había escuchado hablar de él y hoy soy una de sus fans.
Lo conocí hace unos días cuando expresaba a sus seguidores de Instagram su emoción por haber llegado a la Villa Olímpica. «Quiero que vivan esto», confesó. Y gracias a él, en casa nos hemos reído un montón mientras nos hacemos una idea de cómo es el día a día de los atletas, desde los entretelones burocráticos de 4 horas para salir del aeropuerto de Tokio, luego de 20 horas de vuelo, pasando por las pruebas diarias a las que son sometidos para descartar los contagios por Covid-19, hasta la abundancia y variedad de platillos ofrecidos a los deportistas en un extravagante comedor de varios pisos.
Risueño y optimista, Daniel habla como si nunca hubiera salido de Caracas, su ciudad natal, aunque tiene la mitad de sus 36 años viviendo en el extranjero y recorriendo los circuitos de BMX del mundo entero.
En su primera transmisión en vivo, pidió a sus seguidores acompañarlo en la aventura de participar en los esperados Juegos Olímpicos de Tokio. «No lo puedo creer. Han sido años y años para llegar aquí», dijo mientras armaba su bicicleta pintada con el amarillo, azul y rojo de la bandera venezolana.
Mencionó en varias oportunidades y saludó en un encuentro fortuito al abanderado de Venezuela Antonio Díaz, a quien también le tocó esperar décadas antes de que su disciplina fuera considerada un deporte olímpico. Díaz luchará por una medalla olímpica en Karate a los 41 años, en un momento en que ya no se encuentra en el pico de sus condiciones deportivas, luego de ganar 3 campeonatos mundiales, 16 panamericanos y 13 nacionales. Pero Díaz no se ha dado por vencido y sacará bajo la manga su rigurosa disciplina deportiva y la nada despreciable posición de ser el cuarto mejor karateca del mundo.
«¡Qué loco que nos tocó esto en este momento de nuestra carrera! Creo que ambos pensamos que esto nunca iba a suceder», dijo el ciclista.
Daniel ha hablado de todo un poco en sus lives. Una faceta enternecedora es cómo ha mostrado sin tapujos su vulnerabilidad, como cuando reveló que quedó «destruido» y con una ampolla en el pie luego de caminar durante 5 horas con unos zapatos nuevos durante la ceremonia de inauguración de los juegos. Los dolores en la espalda eran tan intensos que necesitó una pistola de masajes que le prestó Díaz para relajarse. Ese trasnocho lo dejó «como si hubiera llegado de una fiesta».
O cuando dijo riendo «Tenía un malandro asomao, creo», en una jocosa frase criolla que desató las carcajadas de sus seguidores al referirse a un moco que tenía en la nariz desde el comienzo de la transmisión. Esa naturalidad transformó, en un instante, un momento potencialmente embarazoso en una situación divertida.
Llamar las cosas por su nombre
Pero no hay que dejarse engañar por la jovialidad de Daniel. El veterano deportista ha demostrado madurez al hablar sobre temas sensibles para la fracturada población venezolana.
Pidió paciencia y respeto para la delegación de Venezuela a los aficionados deportivos, luego de escuchar comentarios en las redes sociales sobre la escasa cosecha de medallas y críticas de que los deportistas habían ido a pasear a Tokio.
«Clasificar en unos Juegos Olímpicos es casi imposible. Apenas 11 mil personas de casi los 6 mil billones de habitantes del planeta llegan a unos Juegos Olímpicos… y solo puede haber un ganador en cada evento. Solo les pido que no sean tan duros con nuestros atletas», dijo en su habitación mientras miraba a la cámara de su móvil.
Luego se refirió a un asunto aún más espinoso, que fue la ola de críticas y de comentarios de odio que recibió Julio Mayora, quien ganó la medalla de plata en la categoría de 73 kg de halterofilia, el nombre técnico del levantamiento de pesas, al levantar un total de 346 kilogramos. Se dice fácil, pero esos son muchos kilos
Mayora es un pesista con una excepcional carrera deportiva. La periodista Mary Riquelme muestra con fotos en Twitter que con tan sólo 16 años levantaba 231 kilogramos y que a los 17 años ya formaba parte de la delegación de atletas adultos. La hazaña de Tokio es la culminación de años de sacrificios para mantener la excelencia deportiva.
El joven de 24 años aún tiene mucho para dar, pero no debemos olvidar de dónde viene antes de sepultarlo en un aluvión de críticas. Nació en el barrio Santa Eduviges de Catia La Mar, en el estado Vargas, una zona de estrechos callejones, precarias chabolas y violencia que se encuentra a la vista de todos porque queda justo al frente del Aeropuerto Internacional de Maiquetía.
Crecer allí y no caer en una banda criminal ya es un gran logro, en una Venezuela sumida en una crisis humanitaria sin precedentes. La falta de agua, luz, alimentos, medicamentos, educación y oportunidades acorrala a los jóvenes a diario y los empuja a delinquir o migrar.
Las imágenes de Mayora hablando con el presidente Nicolás Maduro sacudieron las redes sociales. El joven atleta se veía cabizbajo al tomar el móvil y titubeó la voz cuando dedicó la medalla olímpica al fallecido hombre fuerte de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez. Y en un segundo, el muchacho pobre convertido en héroe se convirtió en un villano, impulsado en parte por influenciadores que desde hace mucho no viven en Venezuela y no tienen que regresar a la barriada pobre donde Mayora vive con su familia.
Entonces Daniel salió al rescate. Felicitó a Mayora y alabó el mérito de «ese chamo que entrena en Venezuela y sé lo difícil que lo ha podido tener».
Habló con el pesista antes y después de su competencia y se erizó por las sensaciones que le produjeron esos encuentros.
«Y sé que este es un tema complicado por la política y todo lo que vivimos allá, pero indiferentemente de la inclinación política de este chamo, yo quiero que entiendan que él ama a su país. Los Juegos Olímpicos son una cuestión de alegría para nuestros países, independientemente de la inclinación política. Por favor, dejen eso de lado. Ese chamo dejó el corazón por Venezuela», dijo Daniel.
Asumió que su posición no le iba a agradar a muchos y desestimó su importancia porque al fin y al cabo él no fue a las olimpíadas «para caerle bien a todos». Pero quiso enfatizar el valor del triunfo de Mayora desde su óptica de un atleta experimentado que tienes años en competencias de alto nivel: «(Mayora) vino a levantar ese peso, y levantó su medalla de plata en los Juegos Olímpicos, quizás uno de los juegos más difíciles de la historia, porque vinimos en pandemia y fue complicadísimo para todos llegar aquí».
Y antes de despedirse, dijo que el resto de la delegación venezolana seguía en Tokio dando todo por el todo por Venezuela, más allá del tema político. «Porque es el país que queremos. Somos de allí».
En esa misma tónica, en una de sus transmisiones en vivo saludó con cariño al esgrimista Rubén Limardo, ganador del oro olímpico en Londres de 2012, y quien ha sido duramente criticado por los opositores al régimen venezolano por su simpatía con el chavismo.
El relato de un robo
Otro de los posts que se viralizó a nivel mundial fue el relato que hizo del robo de su compañero de equipo, el ciclista de BMX Edy Alviarez, quien se quedó sin su preciada bicicleta luego de desayunar en el comedor olímpico.
El episodio, lejos de causar enojo o desagrado, sumió en carcajadas a Daniel, quien bromeó que a su compatriota no lo roban en Catia, un peligroso sector del oeste de la capital venezolana donde vive Alviarez, sino en la Villa Olímpica de Tokio, en un país con índices mínimos de delincuencia.
Y un par de días después, Daniel no se olvidó de contar el desenlace y de mostrar a Edy aliviado junto a su bicicleta. Dijo que un atleta, de un país y una disciplina desconocida, tomó la bicicleta “pensando que la podía usar para siempre” pero que fue capturado por el equipo de seguridad de la villa, ayudado por las cámaras de seguridad. El deportista fue descalificado y expulsado de la sede de los juegos.
La ecuanimidad de Daniel volvió a surgir en ese momento de apremio y aseguró que las sanciones disciplinarias no tuvieron que ver con la posición de la delegación venezolana, sino con los altos niveles de la organización de los juegos. «Nosotros no queríamos expulsarlo, no lo pedimos, además somos de un equipo de freestyle y no nos interesan demasiado las reglas, pero no fue una decisión de nosotros sino de más arriba».
Edy y él piensan que se trató de un malentendido o quizás de un poco de mala intención, «pero no nos interesa. Al final, imaginen todo lo que hizo el chamo para poder clasificar en los Juegos Olímpicos. Y el pobre chamo quedó descalificado y lo sacan porque aquí hay ciertas reglas».
Dhers: el número 1
Entre tanta broma y desparpajo, casi nos olvidamos de que Daniel es un referente mundial en el ciclismo BMX, aunque no esconde ni por un minuto que él viajó a Tokio para quedarse con el oro.
«Estamos aquí para trabajar. Queremos llevarnos esa medalla. Es nuestra verdadera meta».
Habló de las inmensas dificultades para su clasificación olímpica, alcanzada en octubre de 2019, por un sistema de competencias que no favorece a los países pequeños como Venezuela.
Reconoció que será una lucha ardua porque todos los competidores están “hambrientos” de medallas. Pero con un tono tranquilo y decidido afirmó que desde hace mucho que deseaba que «clasifiquen todos los feos de la película. Quiero que clasifiquen los mejores y vamos a tener una buena competencia y vamos a dar todo por todo».
Tranquilizó a sus fans y les dijo que él siempre va 100 % preparado para todo lo que hace porque «es la única manera de tener éxito».
Para las neófitas en deportes extremos como yo, es un placer inmenso descubrir a un personaje como Daniel Dhers en estas Olimpíadas.
Me impresiona la relevancia que tiene Daniel en el mundo de la BMX no sólo como atleta sino como empresario y mentor de muchos de los competidores que se medirán con él en los próximos días.
Dhers es el dueño del Action Sports Complex en Holly Spring, un pueblo de 35.000 habitantes del estado de Carolina del Norte que se ha convertido en el epicentro de esa disciplina deportiva y que los aspirantes a ciclistas lo llaman «Protown» (el pueblo de los profesionales).
Pero el camino de Daniel hasta llegar allí no le cayó del cielo. Comenzó durmiendo en el sofá de su maestro Dave Mirra, el ciclista de estilo libre más importante de la década de 1990, quien tenía un centro de entrenamiento bajo techo en otra localidad, que se llamaba Animal House.
Mirra decidió probar otras suertes y nombró a Daniel como su sucesor, quien cambió el nombre y la sede a un lugar más cercano al aeropuerto para facilitar la llegada de atletas y su participación en circuitos internacionales. Siempre recuerda el legado de Mirra, quien se suicidó en 2016, y lo honra en su oficina y en una esquina de sus cascos.
Una de las dificultades que ha enfrentado Daniel es que el interés por los deportes extremos ha mermado. Ahora muchos se han sentido atraídos por las bicicletas de montaña y los niños y jóvenes han cambiado sus viejas bicicletas por los patinetes eléctricos.
Seguramente las Olimpíadas aumentarán la exposición a la vistosa especialidad de Freestyle BMX y, con un poco de suerte, Daniel conseguirá el oro que tanto anhela.
A pesar de que consiguió el primero de sus cinco títulos X Games en 2007, Daniel Dhers fue el ganador del oro de los Juegos Panamericanos del 2019, donde se enfrentó a los mejores ciclistas del continente y posiblemente del mundo.
Pero más allá del desenlace olímpico, Daniel se ha convertido en pocos días en un símbolo de lo mejor de la venezolanidad: personas optimistas, resilientes, divertidas que saben poner buena cara ante la adversidad. Gente que no olvida de dónde viene y hasta dónde quiere llegar. Y que lucha y no se rinde jamás.