Hallar el mejor equilibrio diario de sueño, actividad y relajación de un niño, niñas y adolescentes puede ser todo un desafío -especialmente en el contexto de la pandemia-, pero si lo que se busca es ayudar a mejorar el rendimiento académico de niños, niñas y adolescentes, una nueva investigación internacional ofrece algunas pistas.
Al explorar las asociaciones entre las actividades diarias de 24 horas (sueño, tiempo sedentario, actividad física leve y actividad física de moderada a vigorosa) y el rendimiento académico, el primer estudio mundial encontró que cuanto menos tiempo pasaban los niños haciendo actividades ligeras (tareas domésticas, sentados en la computadora, por ejemplo), mejor era su rendimiento académico.
La doctora Dorothea Dumuid, de la Universidad de Australia del Sur (UniSA), señaló que los hallazgos muestran cómo actividades más ligeras pueden restarle tiempo a otras, en detrimento del rendimiento académico.
«Cuando hablamos de lo que constituye el mejor día para el rendimiento académico de un niño, tenemos que considerar todos los diferentes elementos de ese día: sueño, ejercicio, actividad, descanso y juego», afirma Dumuid.
«Si un niño dedica más tiempo a una actividad física ligera, entonces tiene menos tiempo para dormir, estudiar y realizar una actividad física de moderada a intensa, todo lo cual es bueno para el rendimiento académico».
«De alguna manera es como la ley de Newton – para cada acción, hay una reacción igual y opuesta- sin embargo, en este caso, cada aumento en un comportamiento tiene una disminución correspondiente e igual en uno o más de los comportamientos restantes», graficó la investigadora. Y añadió: «Entonces, se podría decir: no es solo lo que hace, sino lo que no hace lo que contribuye al éxito académico».
El estudio evaluó a 528 niños de de 9 a 11 años del estudio ISCOLE transversal multinacional, y a 1874 niños de 11 a 12 años de la fase CheckPoint del estudio Growing Up in Australia. Para el trabajo, los investigadores analizaron comportamientos de movimiento recopilados a través de acelerometría de 7 días y el rendimiento académico evaluado en las habilidades de lectoescritura y aritmética según lo determinado por NAPLAN (una evaluación anual realizada en Australia a los 3, 5, 7 y 9 años).
La actividad física ligera incorporó tareas tales como hacer las tareas del hogar, sentarse frente a la computadora, jugar videojuegos, preparar o comer alimentos, entre otras cosas.
Los resultados fueron consistentes en muestras australianas, diferentes grupos de edad, diferentes estándares académicos y logrados con diferentes acelerómetros, lo que indica la solidez del estudio, según los autores del trabajo.
El co-investigador, el profesor Tim Olds, dice que es poco probable que un rendimiento académico más bajo esté relacionado con la actividad física ligera per se, pero que desplaza los comportamientos restantes.
«Cada día tiene un presupuesto fijo de 24 horas, por lo que no se trata tanto del hecho de que los niños realicen una actividad física ligera, sino que al hacerlo, reducen la cantidad de tiempo que podrían dedicar a otras actividades», dice Olds.
La «receta»
«Nuestros resultados son consistentes con las pautas de movimiento de 24 horas de alrededor de una hora de ejercicio moderado a vigoroso por día, menos de dos horas de tiempo de pantalla recreativa y entre 9-11 horas de sueño por noche.
«Si los padres pueden aspirar a que sus hijos duerman lo suficiente, hagan suficiente ejercicio y estudien lo suficiente, es posible que sus hijos ni siquiera tengan tiempo suficiente para una actividad física ligera, ¡problema resuelto!», concluyeron los investigadores.