Los científicos advierten que depender de la tecnología puede deteriorar la función cerebral. Sin embargo, un estudio realizado entre más de 150 adultos reveló que la teoría de que la memoria “se usa o se pierde” no es necesariamente cierta.
Durante mucho tiempo se pensó que la invención de la calculadora electrónica condujo a un deterioro en nuestra capacidad para realizar matemáticas mentales. Ahora se cree que lo mismo podría estar ocurriendo con tecnología que utilizamos hoy en día para comunicarnos y el impacto que está teniendo en nuestra capacidad para recordar.
Algunos neurocientíficos advierten que si no se utiliza la memoria, con el tiempo puede empeorar mucho. Para ellos, los seres humanos utilizan cada vez más la tecnología y esto podría provocar un aumento de los casos de demencia. Sin embargo, recientemente, un grupo de investigadores británicos afirmó que el uso del teléfono inteligente no tiene por qué hacernos olvidar, sino que podría tener el efecto contrario.
El estudio realizado con cerca de 160 adultos no logró validar la teoría de que la memoria “se usa o se pierde”. Por el contrario, los recuerdos de los voluntarios resultaron ser más fuertes cuando se les permitió establecer recordatorios en su teléfono. “Los resultados demuestran que los recordatorios digitales de la hora y la ubicación funcionan. Pero hay que tener cuidado de guardar la información más importante”, afirmó autor del estudio, el doctor Sam Gilbert, del University College de Londres
En la prueba de memoria participaron 158 personas de entre 18 y 71 años. A los voluntarios se les mostraron círculos numerados dentro de una caja, que tenía lados de diferentes colores. Los círculos aparecían inicialmente en un color antes de desvanecerse en amarillo.
Los participantes tenían que arrastrar los números, en orden del uno al 12, al lado de la caja que coincidía con su color inicial. El número de círculos que recordaban arrastrar al lado correcto determinaba la cantidad que se les pagaba por participar. Uno de los lados del cuadro se marcó como “de alto valor”, con un valor 10 veces mayor en efectivo.
Cada grupo realizó la tarea 16 veces. Tenían que usar su propia memoria durante ocho rondas, pero establecer recordatorios para los otros ocho intentos. Los participantes lo hacían arrastrando inmediatamente los círculos cerca del lado correcto de la caja a la que finalmente serían arrastrados. Los expertos dijeron que esto era el equivalente a dejar un objeto necesario para mañana junto a la puerta de casa.
Los resultados, publicados en la revista Journal of Experimental Psychology: General, mostraron que cuando los voluntarios podían dejar recordatorios, su memoria mejoraba en un 18%. “Descubrimos que cuando se permitía a las personas utilizar una memoria externa, el dispositivo les ayudaba a recordar la información que habían guardado en ella. Esto no es sorprendente”, afirmó el doctor Gilbert, neurocientífico de la UCL.
Pero los resultados también develaron que su memoria para los círculos de poco valor era un 27% mejor, incluso entre los que no tomaban notas para ellos. “Esto se debe a que el uso del dispositivo cambió la forma en que la gente utilizaba su memoria para almacenar información de alta importancia frente a la de baja importancia”, añadió el experto.
Y continuó: “Cuando la gente tenía que recordar por sí misma, utilizaba su capacidad de memoria para recordar la información más importante. Pero cuando podían utilizar el dispositivo, guardaban la información de mayor importancia en el dispositivo y utilizaban su propia memoria para la información menos importante”.
Sin embargo, los resultados también mostraron que el uso de recordatorios puede tener un coste. Cuando se los quitaron, los participantes tuvieron dificultades para recordar la información de gran valor que habían anotado. Esto sugiere que los participantes confiaron información importante a la tecnología y luego la olvidaron, según el equipo.
En ese sentido, Gilbert añadió: “Si una herramienta de memoria falla, podríamos quedarnos sólo con información de menor importancia en nuestra propia memoria”. Para el experto, los resultados refutan la noción de “demencia digital”.